Hoy vamos a comentar un disco de reciente aparición (se editó en abril de este año, aunque se grabó en 2016), que por su curiosidad, merece incorporarlo a
estas páginas. Se trata del CD “Eternal Juan Ramón Jiménez”, un disco con 18
poemas musicados de Juan Ramón Jiménez, editado en Spencer (Indiana, EE.UU.),
pero cantado en español. Su autor, Tomás
Lozano (Granollers, Barcelona, 1967) es un instrumentista, compositor y
cantante (canta en español, catalán y gallego), que residió en el sur de España
y ahora en EE.UU.
Gran conocedor de la música tradicional
española, la hispana del sur de Estados Unidos y la música sefardí, toca la zanfoña,
canta y pone música a poemas. También participa en grupos musicales como Daily Bread & Butter (junto a Clancy
Clements y Svetla Vladeva), especializado en danzas tradicionales de Europa, y
en el grupo Kativar (junto a Dena el
Saffar y Tim Moore), dedicado a la música tradicional sefardí.
Ha editado hasta ahora los CD: “¡Viva la
Pepa!” (2011), junto a Rima Montoya, Sharon Berman y Juan Wijngaard, sobre música
medieval, renacentista y tradicional de España y Francia. Y “Romances tradicionales
españoles” (2010). También es autor del libro Cantemos al alba. Origins of Songs, Sounds, and Liturgical Drama of
Hispanic New Mexico
(University of New Mexico Press, 2006). ISBN: 978-08-2633-874-7,
y de varios artículos sobre música tradicional, aparecidos entre 2001 y 2007 en
la revista La Herencia de Santa Fe (Nuevo
México).
EL
DISCO.
-
“Eternal Juan Ramón Jiménez” se compone de
18 poemas musicados de este poeta andaluz, tomados de 15 de sus libros. Se
trata, por tanto, de un recorrido completo por lo que los
especialistas del poeta llaman “las tres etapas de su producción poética”. Cada
canción tiene un estilo y una interpretación, acorde al contenido formal del
poema.
Los arreglos musicales, a cargo también de
Tomás Lozano, están interpretados por él mismo (voz, guitarra española, zanfoña
y pandero
de pecho); Erica Rubis (viola de gamba); José Valle “Chuscales” (guitarra
flamenca); Thomas Yeiser (bajo, cuerna y teclados); Dena Elsaffar (viola); Tim
Moore (tambor de marco, cepillos y batería); Rima Montoya (voz); Miguel Merino
(cajón) y Juan Sebastián Rojas (marimba).
En sus actuaciones en EE.UU., Rima Montoya
hace una lectura previa del poema en inglés, para que los asistentes al
concierto entiendan el sentido poético del texto.
LAS CANCIONES. -
Los temas que se incluyen en el CD son los
siguientes:
1. Creíamos que todo estaba. De la sección
“Apéndice. Rosas de septiembre” del libro “Olvidanzas” [1906-1907].
CREÍAMOS QUE TODO ESTABA
2. Anteotoño. Poema del libro “Poesía” [1917-1923].
3. Canción (Álamo blanco). Poema del libro
“Belleza” [1917-1923].
4. Al ocaso alegre. Poema del libro “La
estación total y Canciones de la nueva luz” (1925).
5. Alba. Poema de la sección
“Anunciación”, de “Primeras poesías” [1898-1900].
6. La felicidad. Poema de la sección
“Belleza” del libro “Poesía” [1917-1923].
LA FELICIDAD
7. Los caminos. Poema de la sección “El
valle” del libro “Pastorales” (1911).
LOS CAMINOS
8. Mujer, perfúmame el campo. Poema
de la sección “El valle” del libro “Pastorales” (1911).
9. Rosas. Poema del libro “Piedra y cielo”
[1917-1918].
10. Alrededor de la copa. Poema del libro
“Poesía” [1917-1923].
11. Canción nocturna. Poema del libro “Baladas
de primavera” (1907).
CANCIÓN NOCTURNA
12. El recuerdo II. Poema del libro “Piedra
y cielo” [1917-1918].
13. Cancioncilla. Poema del libro “Arte
menor” (1909).
14. Concentrarme. Poema del libro “Poesías”
(1923).
15. Sé bien que soy tronco. Poema del
libro “Eternidades” [1916-1917].
16. Este inmenso atlántico. Poema del
libro “Ríos que se van” [1951-1953].
17. Subes de ti misma. Poema de la sección
“Verdor” del libro “Estío” [1915].
18. Balada de la mujer morena y alegre. Poema
del libro “Baladas de primavera” (1907).
En el interior del disco encontramos un cuadernillo
de 24 páginas con los textos de los poemas en español y en inglés, además de un
texto de presentación del propio Tomás Lozano que nos dice:
Carmel Montoya Greenheck (2015) |
De la mano y ejemplo de mi madre me viene
el amor por los libros y la poesía. De la mano y ejemplo de mi padre, el amor
por la naturaleza y el campo.
Este disco fue llegando por sí solo. Un
día me topé con un poema de Juan Ramón Jiménez que reconocí como una canción.
Tomé mi guitarra y la música apareció. Este mismo proceso fue repitiéndose
durante varios años hasta que un día caí en la cuenta que tenía toda una
colección para llenar un disco.
Imaginé ese primer poema, Los Caminos,
acompañado de un instrumento de cuerda frotada. Para ello quise la viola da
gamba barroca de Erica Rubis. El resultado fue tan sorprendente que le pedí a
Erica que me acompañara en los demás poemas, y aceptó.
Siendo J.R. Jiménez andaluz, quise
añadirle ese toque musical al disco y para ello busqué incorporar el genio de
José Valle Fajardo, “Chuscales”.
El resultado final de este disco es la
fusión de una guitarra flamenca, una viola da gamba barroca, una guitarra
española y voz que dan forma y color a una nueva música, expresión de mi mundo
Jimeniano.
Deseo dedicar este disco a la persona que
ha inspirado y sigue inspirando en mi vida el amor, la alegría, la pasión, la
profundidad del espíritu, en cuerpo y alma, y con quien comparto todo esto y
más. Para ti Rima, gracias.
También nos encontramos con un texto de
presentación de Fernando Copello, catedrático
de literatura española de la Université du Maine (Le Mans, Francia), que nos
dice:
En una de sus recientes novelas, La noche
de los tiempos, Antonio Muñoz Molina nos habla en un segundo plano
particularmente intenso de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. Allí los
vemos, poco antes de lo que sería su exilio definitivo, conversando con amigos
en la Residencia de Estudiantes. Juan Ramón se interesa por la tipografía, por
los mínimos detalles de los libros. Zenobia, en su tienda madrileña, hace
conocer la magia de las artesanías. Tan lejos del protocolo, de la imagen
empobrecida que otorga el Nobel, de la vejez polvorienta con que condenan a un
escritor los libros escolares, allí deambulan Zenobia y Juan Ramón hechos una
mujer y un hombre, cercanos y nuestros. En carta a Margarita Abella Caprile,
escrita en Madrid en la primavera de 1928, decía el autor de Platero y yo: “...yo
hago vida poética, no literaria. De modo que no voy a reuniones, lecturas,
conferencias, etc. para no verme obligado a dar la mano a los osos, los sapos,
los globos, los hipopótamos de nuestro triste mundo intelectual”. Personaje
severo, buscador de caminos propios, incómodo y siempre maravillado.
María Elena Walsh, la juglaresa de Buenos
Aires, que pasó una temporada en Riverdale junto a Zenobia y Juan Ramón cuando
era ella todavía una adolescente, recuerda al poeta de Moguer en un hondo
artículo publicado en la lejana revista Sur. Para María Elena Walsh, Juan Ramón
es un espíritu folklórico porque “una especie de pureza primitiva lo acerca a
lo sencillo”. Juan Ramón, como todo español, “está nutrido de España, sucio de
tierra española, abarrotado de coplas, con una guitarra derretida en la sangre”.
Amplio homenaje el de esta escritora que se acercaría a las bagualas [género musical folklórico originario del
noroeste de Argentina] y a las melodías andinas en años posteriores.
Juan Ramón valoró la recuperación del arte
popular y su estética y, como dice Gabrielle Morelli en uno de sus últimos
trabajos, regresó a la vida sencilla de Moguer, a la amenidad del campo, al
contacto con la naturaleza. Señaló caminos, hoy algo olvidados, que permitieron
surgir y expandirse a la poesía de Federico García Lorca y Rafael Alberti.
Tomás Lozano ha sabido recuperar esa
profunda lírica popular que permanece escrita en Juan Ramón Jiménez, y la
traduce en canto, la pone en movimiento, le devuelve su oralidad perdida. Y lo
hace a partir de un repertorio variado que incluye poemas de finales del siglo
XIX y que recorre tiempos llegando incluso hasta “Este inmenso Atlántico” de
mediados del siglo XX. Todo ello constituye una fiesta de la música y de las
palabras.
Pensemos en “La felicidad”, poema de
versos breves y rápidos, hechos de color y de luz (donde deja sus huellas el
Juan Ramón pintor). Las anáforas y exclamaciones van creando un ritmo que las
modulaciones de la voz de Lozano reiteran y repiten en un colorido juego de
matices. Rimas agudas y asonantes conforman una paleta optimista que la melodía
recrea. ¡Con qué placer hubiera escuchado Francisco Giner de los Ríos este
volver a la naturaleza hecho canto!
A veces las palabras se dejan invadir por
la música. Es así en el caso de “Los caminos” en que una larga introducción
crea la atmósfera, el preámbulo que se deshace luego en versos que avanzan y
buscan. Canción itinerante es esta, hecha de comparaciones naturales: montes,
mar y flores. Es que la naturaleza ocupa senderos esenciales en la creación de
Jiménez, que también evoca “Sé bien que soy tronco”, texto con pinceladas
ecológicas y tonalidades plenas de filosofía. Del mismo modo aquí la melodía
nos abre la puerta y dialoga un largo rato con nosotros. En otros casos son los
intermedios musicales los que estructuran la composición, como en “Alrededor de
la copa”: sentida declinación, una vez más, en torno al árbol.
El tema otoñal, que tanto ha gustado a
luan Ramón, se concentra en un bello poema de apenas cuatro versos cortos: “Anteotoño”.
Tomás Lozano lo deletrea y lo circula recreando con su voz ecos de gran
sensualidad mediterránea.
Textos sumamente abstractos, como “Concentrarme”,
o absolutamente carnales y enamorados, como “Mujer, perfúmame el campo”,
encuentran en esta propuesta de Lozano la medida justa en el pentagrama del
canto. La anáfora de “Canción nocturna” se hace ritmo flamenco y “Subes de ti
misma” explora sensibilidades latinoamericanas.
En
un trabajo de los años 70, Bernardo Gicovate recordaba huellas de lectura en
ejemplares de libros que pertenecieron al joven poeta de Moguer. Por ejemplo,
en Poesía popular. Colección de los viejos romances que se cantan por los
asturianos de Juan Menéndez Pidal hay marcas y subrayados innumerables. En
carta de 1921 dirigida a María Goyri, le pregunta el poeta si conoce el romance
que comienza “Yo soy Duero / que todas las aguas bebo” porque desea incluirlo
en una antología. Son solamente algunos de los espacios en que Juan Ramón
muestra su interés, su deseo de acercarse a composiciones destinadas al canto.
Tomás Lozano convierte ese deseo en realidad transformando los versos medidos y
rítmicos en melodías que hablan y que cuentan devolviéndole así a la poesía de
Juan Ramón Jiménez su sentido primigenio, su evidente anhelo, su espíritu
folklórico.
El
disco CD “Eternal Juan Ramón Jiménez” (Trasteclas Producciones, 2016), con los 18 temas y un cuadernillo de 24 páginas
con los textos de los poemas en español y en inglés (con traducción de Rima
Montoya) y dibujos de Carmel Montoya Greenheck, se puede adquirir en la página
web: http://tomaslozano.com/cd-recordings/ por 20 dólares (unos 17 euros) mas 5 dólares
de gastos de envío (para Estados Unidos) o 15 dólares (unos 12´80 euros) para España.
Hagamos
más eterno si cabe, a nuestro universal poeta andaluz, como lo ha hecho Tomás
Lozano, adquiriendo este producto cultural lleno de sensibilidad poética, y
disfrutemos de la poesía con música, que es doble disfrute para nuestros
sentidos.
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