Parece ser que Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836 - Madrid, 1870) trabajó en los últimos años de su vida, como traductor de novelas francesas, en la editorial madrileña Gaspar y Roig, junto a su hermano Valeriano, que se encargaba de las ilustraciones de los libros. No firmaba con su nombre, y lo hacía con las siglas D. F. de T. [Don Fulano de Tal] o como Don F. de T. y C. [Don Fulano de Tal y Cual]. Pero cuando el texto contenía un poema o una canción, no se limitó a hacer una traducción literal, sino que reescribía el poema con su propio estilo, creando, como ha indicado Agustín Porras, nuevas rimas desconocidas del poeta sevillano. Estas nuevas rimas han sido musicadas por Luigi Maráez y por esa circunstancia las traemos a estas páginas.
BÉCQUER TRADUCTOR:
Reproducimos parte del artículo aparecido en Diario de Sevilla el día 7 de febrero de 2010, firmando por Patricia Godino:
Mucho se ha escrito, impulsado por un fervor becqueriano, sobre la etapa en la que el sevillano trabajó como traductor francés (idioma que dominaba porque se crio en la casa de su madrina Manuela Monnehay, francesa de origen y poseedora de una valiosa biblioteca de clásicos europeos) cuando trasladó su residencia a Madrid, pero pocas certezas hay sobre estas transcripciones del autor de Rimas.
“Hace ya varios años que he venido reuniendo y analizando una gran parte de las obras del registro de Gaspar y Roig, fundamentalmente aquellas que corresponden a los años previos a la muerte de ambos hermanos [Gustavo Adolfo murió en diciembre de 1870, tres meses después que Valeriano] con la esperanza de encontrarme con alguna obra traducida por él; pero -explica Porras- una y otra vez encontraba los nombres de Nemesio Fernández Cuesta, J. Vicente y Caravantes, Vicente Guimerá... además de un desconocido D. F. de T.”
Estas siglas -D. F. de T.- corresponden, según interpreta Porras de una manera tan lógica como sorprendente, a la manida fórmula “Don Fulano de Tal”, bajo la que se escondería la identidad de Gustavo Adolfo Bécquer. Esta broma “viene a contradecir la injustificada fama de taciturno” con que el poeta ha pasado a la historia, pues, por ejemplo “Cartas desde mi celda también contiene algún pasaje guasón”. Su razonamiento se apoya en la infinita curiosidad con que ha estudiado el año escaso, entre 1868 y 1869, en que ambos hermanos convivieron con sus hijos en Toledo, ya separados de sus respectivas mujeres. Fue en esta época de dificultad económica cuando Valeriano dejó de lado los pinceles para concentrarse en las viñetas y Gustavo Adolfo en las traducciones. Y es que, para Porras, todo encaja: “Valeriano necesitaba una persona de confianza que le tradujera esos pasajes para ilustrarlos después”.
El volumen que contiene Abdallah o El trébol de cuatro hojas (cuento árabe) seguido de Aziz y Aziza, de Eduardo Laboulaye es uno de los editados en Gaspar y Roig e ilustrado por Valeriano. Según Porras, “no sólo la impecable traducción aparece envuelta en una muy reconocible atmósfera becqueriana, sino que la decena larga de poemas que surgen intermitentemente a lo largo del relato, recreados ahora bajo la estructura de coplas y romances, no son sino 15 nuevas rimas del poeta de Sevilla”. Para el malagueño, aunque se trate de aparentes traducciones, es evidente el derroche de creatividad que dejó en ellas Bécquer, inmerso como estaba en aquellas fechas en la reelaboración de los poemas perdidos (recogidos más tarde en el Libro de los gorriones).
La firma D. F. de T se plasma asimismo en la traducción de William El Grumete, de Mayne-Reid, un relato de aventuras que "se lee con el mismo placer que las Leyendas". Y, en una nueva prueba del ingenio becqueriano, el poeta firmaría la traducción de El príncipe perro, de Laboulaye, como Don F. de T. y C. (don Fulano de Tal y Cual). 140 años después de su muerte Bécquer sigue sorprendiendo.
AGUSTÍN PORRAS:
Es, además, editor de revistas literarias: Poesía, por ejemplo; La primera piedra y El invisible anillo.
LAS CANCIONES:
http://cancionypoema.blogspot.com/2024/02/luigi-maraez-la-poesia-hecha-cancion.html
A continuación, extraídos de la edición original en español, editamos los poemas con sus respectivas versiones musicadas:
EL PRÍNCIPE PERRO
Alelí se sentó en una silla baja y tomó la costura. Jacinto se echó á sus pies con los ojos fijos en su dueña, la cual, mientras repasaba su vestido viejo, comenzó a tararear entre dientes no sé qué estribillo; tú con voz apasionada, este antiguo romance:
EL HORÓSCOPO.
Azrael dijo entonces á Salomon:
-Miraba á ese hombre con estrañeza porque he recibido orden de arrebatar su alma en la India y lo encontraba en Palestina.
BARSIM.
Seducido por tanta bondad, el beduino refirió la causa de sus inquietudes al viejo que le escuchaba atentamente. Acabada la relación de Abdallah, el persa, por toda contestación, sacó del tapiz en que estaba sentado un velloncillo de lana blanca que arrojó al aire: después, agilándose como un hombre embriagado, y mirando á Abdallah con estraña espresión, improvisó los siguientes versos: (p. 21)
EL JUDIO.
-Hé aquí, esclamó, cuatro versos que recitan en el Sudan y que acaso nos interesan. Yo, hasta ahora, no he podido alcanzar su significado. (p. 23).
-Calma, calma, añadió dirigiéndose á Abdallah que parecía agitado, las palabras tienen más de un sentido. El pueblo ignorante quiere encontrarlo en la superficie, los sabios le siguen hasta el fondo de los abismos y allí se apoderan de él, gracias al más poderoso de los útiles, la santa década de los Sefiroth.
¿Tú no sabes lo que ha dicho uno de nuestros maestros el rabí Halafata hijo de Dozza? Pues oye: (p. 24).
Abdallah, vestido de simple camellero y armado de un largo bastón con punta de hierro, iba á pie al lado de Ornar, que caminaba tranquilamente montado en su mula. Atravesaban un país amigo, y los dos hermanos podían hablar á sus anchas sobre los recuerdos de la niñez sin temor de ninguna clase. Cuando el sol cayó á plomo y el aire abrasador comenzaba á enervar los hombres y las-bestias, Yusuf se colocó junto al primer guía y con voz lenta y grave cantó uno de esos himnos del desierto que alivian las fatigas de la jornada: (p. 28).
CAPITULO XXII.
-Ingrato, esclamaba Cafur, ya no te acuerdas de mí. ¿Eres tú el tostado beduino de la leyenda que roba á la mujer del califa de Mohaviah? Y con voz alegre como la de la alondra, comenzó á cantar la canción de la beduina. (p. 43).
- ¡Qué pálido estás, señor! dijo al fijaros en las descompuestas facciones del hijo de 'Mansur.
-Sí, dame el olvido, esclamó el hijo de Mansur: no sé qué secreto pesar me aflige hoy y hace que el vino me entristezca en vez de aturdirme. Canta mas alto y mas de prisa, haz ruido, emborráchame si puedes.
Ya montado a caballo y a punto de partir, divisó a cierta distancia un joven, de aire distinguido y elegante traje, pero pálido, silencioso y como agobiado por la tristeza. Taj-el-Moluk se aproximó al extranjero y le contempló un rato, con asombro. Completamente lleno de su dolor, el joven no veía a nadie, y gruesas lágrimas resbalaban por su mejilla mientras recitaba estos versos:
Pronunciadas estas palabras, rompió a llorar amargamente, y, por último, se desmayó.
Al desplegar un vestido de seda bordado, que valía cuando menos dos mil piezas de oro, cayó un pañuelo de entre los pliegues de la tela. El joven se apresuró a cogerlo, ocultándolo bajo su rodilla; su cabeza se turbó y exclamó entre gemidos:
El fuego había prendido en mi corazón: permanecí largo rato en aquel sitio, inquieto, suspirando, haciendo esfuerzos por comprender aquellas señas misteriosas. Veinte veces miré a la ventana, que permanecía muda. Allí estuve hasta que se puso el sol, pero sin oír ningún ruido ni ver a nadie. Cansado, en fin, y desesperado, me resigné a marcharme: cogí el pañuelo, lo desdoblé y salió de él un olor de almizcle que me trasportó al Paraíso. Al mismo tiempo encontré un billete perfumado que contenía estos versos:
Cuando volví a casa, encontré a mi prima con la cabeza apoyada contra la pared. Los celos le roían el corazón, pero ahogaba sus penas para no ocuparse más que de las mías. Mirándola de más cerca, reparé que tenía una doble venda; una ocultaba la herida de la frente y la otra estaba colocada sobre un ojo que se le había inflamado a fuerza de llorar. La pobre Aziza estaba realmente en un estado lamentable y sollozaba recitando estos versos:
En la sala del jardín encontré a la sultana, la cual, al verme, se levantó, vino a mi encuentro y me dio un abrazo, haciéndome sentar a su lado para cenar juntos. Por la mañana, le recité los dos versos de Aziza:
Al verme Aziza, levantó la cabeza, se sentó trabajosamente sobre la cama y me preguntó: —Aziz, ¿le has repetido los dos versos?
Volví al jardín como el día anterior y recité, al despedirme de la sultana, los versos de mi prima.
—¿Has recitado mis versos? Cuando le repetí la contestación de la sultana volvió a desmayarse, pero al poco, recobrando los sentidos, exclamó:
Cuando llegamos al sitio en que reposaba, prorrumpió en llanto y se arrojó sobre la tumba; después sacó una punta de acero y sobre la piedra de la tumba grabó con su mano y en pequeños caracteres los versos que siguen:
PÁGINAS RELACIONADAS:
LAS RIMAS DE BÉCQUER EN LA CANCIÓN POPULAR ESPAÑOLA:
BECQUER CANTA EN AMÉRICA:
BECQUER Y EL FLAMENCO:
LAS RIMAS DE BECQUER EN LA MÚSICA LÍRICA DEL SIGLO XIX:
BÉCQUER Y EL TEATRO LÍRICO:
BECQUERIANA:
BÉCQUER Y SEVILLA:
LUIGI MARAEZ: LA POESÍA HECHA CANCIÓN:
BIBLIOGRAFÍA:
LABOULAYE, Édouard: El príncipe perro (rey de los Papamoscas). Madrid, Gaspar y Roig editores, 1868.
DISCOGRAFÍA:
LUIGI MARÁEZ Y ÂLIME HÜMA: Nuevas rimas de G. A. Bécquer, CD (Autoedición, 2010).